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Un estudio de movimientos y tiempos (en cuarentena)

Adriana Miyagusuku



En los últimos años, el desarrollo tecnológico ha traído consigo una mayor aceptación y un uso más intensivo de los estudios de movimientos y tiempos. Anteriormente, se limitaban al espacio de la fábrica y la oficina; sin embargo, teniendo en cuenta la tendencia actual, podemos decir que muchas de estas prácticas son ahora de uso general.

Considerando el desarrollo de esta especialidad desde la época de Taylor y la presente coyuntura, lo mejor parece ser utilizar el estudio de movimientos y tiempos en el sentido explicado a continuación.

> La confusión operario-máquina

En algunas clases de trabajos, el operario y la máquina trabajan intermitentemente. Esto es, la máquina está en periodo de inactividad mientras el operario la carga o descarga, y el operario está inactivo mientras la máquina está en funcionamiento.

El uso de cajeros automáticos, por ejemplo, marca una relación operario-máquina intermitente. Operario-máquina-operario-máquina-operario-máquina. El operario se acerca al cajero, ingrese su tarjeta. La máquina recibe y analiza el chip, ingrese su número de DNI. El operario digita ocho números. La máquina lo valida, ingrese la operación a realizar. El operario necesita hacer un depósito, ingrese un máximo de 50 billetes. La máquina recibe y cuenta los billetes, su transacción ha sido realizada no olvide retirar su tarjeta.

Así, entre pausas y acciones, se genera el diálogo intermitente que, en efecto, permite distinguir de manera clara al operario de la máquina. En otros casos, la máquina ha logrado automatizarse por completo, desplazando la intervención del operario a la mera observación.

Sin embargo, la tendencia actual a incrementar el rendimiento de cualquier tipo de trabajo se ha traducido en un interés más amplio y exhaustivo del estudio de movimientos y tiempos. Tiene que ver con los movimientos realizados por la mano derecha del operario, por la mano izquierda e incluso con comprobar lo que hacen los dedos de cada mano, deslice aquí para desbloquear.

La mayor parte de los trabajos se realizan con las dos manos, y todo el trabajo manual está constituido por unos movimientos fundamentales relativamente escasos, que se repiten una y otra vez. El ritmo es esencial para la ejecución suave y automática de una operación, y debe disponerse el trabajo para permitir un ritmo fácil y natural, siempre que esto sea posible.

Así, de manera sencilla e intuitiva se intensifican nuestras nociones de rendimiento y productividad. Y es que hoy se nos demanda estar en constante movimiento, deseosos de actividad y siempre a la espera de lo nuevo. Exigencias y esfuerzos, que parecieran disfrazar un profundo temor al estancamiento. No se pudo cargar, intente nuevamente.

Gradualmente, en interacción con las tecnologías de información, la vida parece ser entendida únicamente en términos de producción de data. Bajo esta lógica, conviene eliminar el tiempo inactivo del operario, pues más información siempre es mejor.


Es en esta eliminación del tiempo inactivo donde reside la confusión operario-máquina de nuestra contemporaneidad. Las intermitencias cesan para pasar al estado continuo y perpetuo de la productividad. Operario convertido en máquina; acero nervioso convertido en mente-objeto.

En palabras de Franco Berardi, “lo digital y las biotecnologías han convertido la máquina externa de hierro y acero en una máquina internalizada y recombinante[…] Somos la máquina”.[1] En esta figura de la máquina internalizada podríamos encontrar muchas respuestas a nuestra confusión. Quizás conviene pensarlo en referencia a la mutación conectiva que explica Berardi. Esto es, como parte del cambio tecnocultural provocado principalmente por “la inserción de segmentos electrónicos en el continuum orgánico, la proliferación de dispositivos digitales en el universo orgánico de la comunicación y en el cuerpo mismo”.[2] Es en la esfera de la conectividad donde cuerpos y máquinas empiezan a generar significado respondiendo a interfaces, interacciones y lo que hoy se conoce como “diseño de experiencias”. Desde el estudio de movimientos y tiempos, hemos de notar la coreografía silenciosa de comportamientos de la conectividad que nos revelará indicios de esta mutación en curso.

>Una economía de movimientos

La transformación tecnológica digital ha afectado los modos de trabajo y, ahora más que en ninguna época, éste caracteriza por su silencio. Aparentemente, frente a las superficies lisas de las pantallas se ha logrado reducir el gasto de energía física al mínimo. Reforzado por el mito de la inmaterialidad de la nube informática y los avances en el campo de las ciencias de la computación, el futuro se nos presenta silencioso, con apenas el leve sonido del ruido blanco de los servidores y procesadores de información.


En silencio pero más juntos que nunca. En la medida en que estemos en contacto con la misma masa unificadora estaremos todos conectados. Compartiremos el tiempo por igual, transmite en vivo, enviaremos una notificación a algunos de tus seguidores para que no se lo pierdan; así como todo el espacio virtual para que podamos navegar por el mundo de forma más rápida y fácil. Compartiremos espacios físicos también, porque viajar solo es bueno, pero viajar acompañado puede ser mejor, y por qué no, también compartiremos oficinas. Aunque por ahora será necesario tomar distancia, no se preocupe, únase desde cualquier lugar, cualquier dispositivo y en todo momento. Y es que todo parece ser más flexible y ágil bajo la atmósfera de la gran nube y de la nueva economía digital compartida.


Vemos cómo se promueve la bandera de la practicidad, comodidad y una pretendida mejora de la calidad de vida: siéntete tranquila y en control de tu vida, la vida puede ser abrumadora pero no tiene por qué serlo. Impera una cultura de autocontrol y gestión corporativa del yo, donde la tecnología se encuentra al servicio del humano, para que controles tu vida sin ningún esfuerzo. Esta constitución de subjetividad basada en la figura del empresario de sí mismo promueve el entendimiento de la gestión de sí como marca, monitoreando constantemente progresos y pasando todo por el filtro de la productividad gracias a las apps que te ayudarán a ser más productivo en tu día a día. Y cuando estés listo para dar el próximo paso, echa un vistazo a tus planes de suscripción para disfrutar de una experiencia de productividad más personalizada. No queda duda de que el marketing vinculado a las aplicaciones y plataformas en línea nos tientan con la idea de un máximo beneficio, aunque habría que preguntarnos para quién.



Dadas las circunstancias actuales de confinamiento, la sensación de estar atrapados en el tiempo se hace más evidente. A ciegas, confiamos en la modernización tecnológica, al menos para restablecer la ilusión de novedad y progreso. Los movimientos de scroll y swipe sobre las lisas superficies de las pantallas se tornan en claros indicadores de una necesidad de sentir una continuidad en el tiempo, de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda. Son preferibles estos movimientos continuos y suaves de las manos a los movimientos en zigzag o en línea recta donde hay cambios repentinos y bruscos. Gestos que parecen nunca acabar, y en cada repetición alimentan un extraño placer por la sensación de una progresividad en el tiempo.


Las historias de Instagram son un claro ejemplo de esta adicción. No tienes que preocuparte por publicar contenido en exceso. Publicaciones efímeras de 24 horas de duración que luego “desaparecen”. El juego de temporalidad como factor es definitivamente cautivante, desafiando la noción de pérdida de la memoria digital. Como es natural, la ilusión de avance se da hacia la derecha, recorriendo por las historias un swipe a la vez. Aunque también se puede retroceder deslizando en el sentido contrario. Congela la historia manteniendo el índice sobre la pantalla. Una ilusión del control del tiempo al alcance de las manos.

Una ilusión al fin y al cabo, puesto que quien tiene el control definitivamente no es el usuario. Mark Fisher ahondó en cómo aquel movimiento perpetuo que disfraza el detenimiento con fórmulas de retrospección tienen relación directa con el capitalismo neoliberal y posfordista, enraizado en una estrategia que incentiva la producción y el consumo mediante la interacción en estas plataformas.[3] Por cada 5 swipes vemos una publicidad que se filtra en las historias o feed de las publicaciones. Si vemos con mayor crítica y distancia, ¿qué publicación de Instagram no es una publicidad?

Ya sea de un producto o un estilo de vida, las representaciones de los usuarios mostrarán la latente necesidad de publicitarse o crear una marca de sí, como una extensión de lo que sería una gestión corporativa de nuestras vidas. Nótese en la Fig. 9 la mezcla de logos, instituciones, marcas y selfies que conviven en un mismo ecosistema, producto de un ejercicio de dibujo de los perfiles de mi flujo de historias en Instagram. Y es que diariamente vemos cómo la identidad se ha vuelto una cuestión de marca. Las nuevas formas de normalidad visual, como propone Hito Steyerl, incentivan a la desorientación, pues “ya no sabemos si somos objetos o sujetos mientras descendemos en espiral en una imperceptible caída libre”.[4]


Vemos como la plataforma emerge como un modelo de negocio que se basa en el principio de extracción de datos. “Si la acumulación y el análisis de esta materia prima son la fuente principal de ingresos de estas empresas y les otorgan ventajas competitivas, acumular más y más es un imperativo”.[5] Bajo esta perspectiva, el advenimiento del Internet de las Cosas (IC)[6] es coherente como estrategia, pues se posiciona como una extensión del registro de comportamientos de la vida cotidiana, alentada por los beneficios aparentes del usuario.

Ya antes, los Gilbreth habían desarrollado diversas estrategias en el estudio de movimientos y tiempos. La trayectoria de un movimiento en tres dimensiones de un operario era estudiada colocando una pequeña lámpara en un dedo, la mano u otra parte del cuerpo, y luego era fotografiado con una cámara estereoscópica para capturar la trayectoria de la luz mientras se movía en el espacio. A este proceso se le llamaba ciclográfico, para luego insertar la variable del tiempo con la cronociclografía.[7] Hoy, la pequeña lámpara se ha convertido en un dispositivo inteligente inseparable de nuestros cuerpos, emitiendo, a modo de trayectoria de luz, señales e información en tiempo real sobre los movimientos y micromovimientos que hacemos las 24 horas del día.


Poco a poco, todo movimiento empieza a cobrar importancia en relación a la producción de información y su consecuente generación de valor en el marco del capitalismo de plataformas. El gran desarrollo de este modelo de negocios en los últimos años ha transformado los estudios de movimientos y tiempos. Todos los indicios apuntan hacia un incremento de estos métodos en el futuro.

He leído y acepto los términos y condiciones.



 

[1] Franco Berardi, Fenomenología del Fin: sensibilidad y mutación conectiva. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra, 2017, p. 185. [2] Ibid. p. 29 [3] Mark Fisher, ”La lenta cancelación del futuro”, en: Los fantasmas de mi vida: escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra, 2018. [4] Hito Steyerl, Los condenados de la pantalla. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra, 2014, p. 29. [5] Nick Srnicek, Capitalismo de plataformas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra, 2018, p. 91. [6] Término que nace del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) como “Internet of Things” (IoT), haciendo referencia al fenómeno creciente de la conectividad mediado por objetos visto en tres niveles: de persona a persona, de persona con el objeto y entre dos objetos, valiéndose del Internet como soporte. [7] Ralph M. Barnes, Estudio de movimientos y tiempos. Madrid: Aguilar, 1958, p. 15.

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